Este cambio de aires es también necesario, ya que el agobiante día a día, al final puede asfixiar las mejores intenciones…Pero todo esto, insisto no soluciona el problema fundamental de los curas: la soledad, más o menos aceptada, del itinerario vital, conjugada con las crisis de las distintas etapas de la vida y las crisis sobrevenidas por las incomprensiones muchas veces de la gente, de las jerarquías eclesiásticas, los desengaños amorosos u otras situaciones.
El Papa Francisco hablaba con mucha frecuencia de los curas amargados, que amargan la vida de la gente. Por cierto el clericalismo es el mejor camuflaje para ese tipo de situaciones, ya que sitúa al cura en el nivel superior, y desde ahí contempla a las pobres criaturas…
La educación en los Seminarios debería cada vez más incidir en la vida real de lo que les espera a los nuevos sacerdotes. Sin fatalismos, pero clarito. Por una parte, sin duda un mundo de realización personal absolutamente fantástica, pero por otro un mundo de tentaciones de toda índole, y a las que generalmente, tiene que hacer frente en soledad.
Por supuesto que conozco a muchos sacerdotes que están haciendo la travesía de la vida o que ya la han hecho, no sin zarpazos de la vida, pero que contra viento y marea, se han mantenido en la dirección inicial, pero siempre creciendo y compartiendo e integrando las experiencias. Ser un buen sacerdote, no clerical, en nuestro mundo no es fácil,