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"La vida religiosa solo puede entenderse por lo que el Espíritu hace en cada una de las personas llamadas"
(Vatican News).- Múltiples y valiosos son los servicios que prestan los Claretianos en la Iglesia, siguiendo el espíritu y la misión de San Antonio María Claret, que tanto hizo por apoyar y promover la vida consagrada en sus diversas formas. Lo resaltó el Papa Francisco en un encuentro, este lunes 7 de noviembre por la mañana, con los miembros del Instituto de Teología de la Vida Consagrada Claretianum, cuando celebran el 50º aniversario de su fundación.
Además de agradecer al Padre que preside el Instituto por sus palabras, el Pontífice dejó claro que la contribución de los misioneros claretianos a las familias religiosas, a través del acompañamiento espiritual, es conocida en todo el mundo. Puntualizó que la prueba de esto son sus publicaciones y revistas, algunas de las que tienen más de cien años. Enfatizó que en el actual Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica han dejado su impronta los cardenales Arcadio María Larraona y Arturo Tabera, así como el padre Jesús Torres ("Lo recuerdo tanto: era bueno, Torres, siempre escondido"), mientras que otros misioneros han sido y son valiosos colaboradores en este y otros Dicasterios.
Tras el Concilio Vaticano II, como explicó el Obispo de Roma, tuvo mucho éxito la fundación del Instituto Claretianum y del Instituto de Madrid y, siguiendo sus pasos, los Centros Superiores de Manila, Bangalore, Bogotá y Abuja. “En estos decenios, dijo, todos ellos han prestado y siguen prestando un fecundo servicio a la comprensión y al desarrollo de la teología de la vida consagrada”.
El Pontífice subrayó que los programas de los claretianos articulan orígenes y dinámicas carismáticas, cristológicas, históricas y canónicas, y destacó la contribución de las ciencias humanas que ha permitido ofrecer “un rostro más humano a la vida consagrada”. También agradeció a Dios por las varias expresiones de la actividad de los institutos claretianos, a través de jornadas, semanas y congresos de estudio, acompañamiento a capítulos y gobiernos de todo tipo de institutos, sociedades de vida apostólica y nuevas formas de vida consagrada. A su vez, el Papa dio las gracias por la vida y el servicio de los seis institutos, pero también por las iniciativas que promueven los claretianos y continúan promoviendo en tantos otros lugares, como México, Polonia, Reino Unido, Indonesia, entre otros. Una presencia muy visible, afirmó el Sucesor de Pedro, en las Iglesias locales y en las conferencias de Superiores Mayores de todo el mundo.
Francisco exhortó a los religiosos a seguir sirviendo en la vida consagrada con espíritu claretiano, es decir, siendo misioneros, aseveró, y citó el punto 105 de la exhortación apostólica Vita consecrata: “¿Qué sería del mundo si no fuese por los religiosos?”. Su ayuda a los consagrados, de acuerdo con Bergoglio, antes de ser intelectual, es testimonio, es confesión de que Jesús es el Señor.
"El primer servicio de vuestros Institutos Teológicos debe ser el de ofrecerse como casas de acogida, de alabanza y de acción de gracias; como lugares donde se comparten carismas y crece el deseo de vivir el espíritu de las Bienaventuranzas y el discurso escatológico. En ellos se debe manifestar la comunión y fomentar la opción por los pobres y la solidaridad, la fraternidad sin fronteras y la misión en constante salida. Con esta disposición, se apreciará más el don de la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo".
A continuación, el Papa les dijo que hoy la vida consagrada no puede dejarse desanimar por la falta de vocaciones o por el envejecimiento y añadió que los que se dejan llevar por el pesimismo dejan de su lado la fe. "Es el Señor de la historia quien nos sostiene y nos invita a la fidelidad y a la fecundidad".
"Cuanto más nos acerquemos a la vida religiosa a través de la Palabra de Dios y de la historia y creatividad de los Fundadores, más podremos vivir el futuro con esperanza. La vida religiosa solo puede entenderse por lo que el Espíritu hace en cada una de las personas llamadas. Hay quienes se centran demasiado en el exterior (las estructuras, las actividades...) y pierden de vista la superabundancia de gracia que hay en las personas y las comunidades".
Otra de las invitaciones del Pontífice argentino fue a cuidar la vida comunitaria, vivir la interculturalidad como camino de fraternidad y misión y a promover el encuentro entre las distintas generaciones en la vida consagrada, en la Iglesia y en la sociedad. Recordó que, hace cinco años, con la Constitución Apostólica Veritatis gaudium, el Papa precisó "la contribución de los estudios eclesiásticos y de los centros teológicos a la nueva fase de la misión de la Iglesia en la que nos encontramos". Les agradeció mucho el conmpromiso con el que asumieron su llamamiento y los instó a buscar siempre nuevas formas de servir al Señor y al santo pueblo fiel de Dios.
"Como les he dicho en otras ocasiones, no tengan miedo, cultiven cada vez más el estilo de Dios -la cercanía, la compasión y la ternura-, sigan ayudando a tantos consagrados y consagradas a ser "una especie de Evangelio difundido a lo largo de los siglos" (CIVCSVA, Instrucción: Caminar desde Cristo, 2). No se cansen de ir a las fronteras, incluso a las fronteras del pensamiento; de abrir caminos, de acompañar, arraigados en el Señor para ser audaces en la misión".
Francisco evocó que Juan Pablo II había advertido el peligro que supone para la vida consagrada la disminución de la consideración del estudio.
"Descuidar la teología, la reflexión, el estudio, las ciencias, empobrece el apostolado y fomenta la superficialidad y la frivolidad en la misión (cf. Vita consecrata, 98)", expresó el Santo Padre, y les agradeció por seguir ayudando a tantos a permanecer atentos, "porque siguen cuidando la calidad del estudio y la investigación". Remarcó que los problemas de nuestro tiempo exigen nuevos análisis y nuevas síntesis. "Sus institutos, ustedes, profesores y alumnos, tienen una gran tarea por delante", constató Francisco.
Parafraseando la oración con la que concluyó la homilía de la misa por el 60º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, Francisco los invitó a rezar con él:
"Te damos gracias, Señor, por el don del Concilio. Tú que nos amas, líbranos de la presunción de la autosuficiencia y del espíritu de la crítica mundana. Líbranos de la autoexclusión de la unidad. Tú, que nos apacientas con ternura, condúcenos fuera de los recintos de la autorreferencialidad. Tú, que nos quieres una grey unida, líbranos del engaño diabólico de las polarizaciones, de los “ismos”. Y nosotros, tu Iglesia, con Pedro y como Pedro te decimos: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amamos” (cf. Jn 21,17)".
Extendiéndoles la bendición apostólica a ellos y sus respectivas comunidades, el Papa les pidió que rezaran por él.
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