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Ante el genocidio que se vive en la Franja de Gaza, los consagrados y consagradas de España elevamos nuestra voz para exigir el cese inmediato de acciones que provoquen hambre, destrucción y muerte de civiles inocentes, y demandar el acceso sin restricciones de la ayuda humanitaria. “No puedo ver morir al niño” (Gn 21,15). Ese grito antiguo, pronunciado por Agar en el desierto, resuena hoy con fuerza entre muchas madres y padres del mundo.
Las informaciones y testimonios que llegan desde Gaza describen escenas de hambruna, colapso sanitario, desplazamiento masivo y víctimas entre bebés, niños y niñas, mujeres embarazadas, ancianos y personas vulnerables. Ante esa realidad, el deber moral y humanitario es claro: proteger la vida, garantizar la asistencia urgente y respetar el Derecho Internacional Humanitario.
Denunciamos la imposición de restricciones que impiden la llegada de alimentos, medicinas y combustible, y condenamos los ataques indiscriminados que han causado destrucción, muertes y mutilaciones entre la población civil. Pedimos a las autoridades competentes que actúen con determinación para abrir corredores humanitarios seguros y garantizar la protección de periodistas, personal sanitario, cooperantes y población civil.
No se trata de tomar postura partidista, sino de recordar la obligación básica de toda comunidad humana: cuidar al más débil y defender la vida. Por eso apoyamos y nos sumamos a los comunicados y llamamientos de distintas instituciones religiosas, organizaciones humanitarias y organismos internacionales que exigen el respeto del Derecho Internacional y la entrada de ayuda a toda la población de Gaza.
Exigimos, además:
Como recoge la Escritura —“¿Qué te pasa, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del chico…” (Gn 21,17-18)— hacemos un llamamiento a la compasión y a la acción: que nuestras manos se conviertan en auxilio efectivo y no en indiferencia.
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