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Apertura de la conferencia ecuménica internacional 'Nicea y la Iglesia del Tercer Milenio' en Roma
(Vatican News).- El 1700 aniversario del Concilio de Nicea, una piedra fundamental en la historia de la Iglesia –como lo definió el mismo Papa León XIV–, podría convertirse en un momento ecuménico significativo si logramos perseguir con decisión los objetivos de renovar y profundizar su credo, de revitalizar un estilo de vida sinodal en el seno de las diversas Iglesias y de recuperar una fecha común para la celebración de la Pascua. Así lo afirmó el cardenal Kurt Koch, Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, en su discurso pronunciado la tarde de este 4 de junio, en la apertura de la conferencia ecuménica internacional “Nicea y la Iglesia del Tercer Milenio: Hacia la unidad católico-ortodoxa”, organizada por la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino hasta el sábado 7 de junio, para conmemorar el aniversario.
La conferencia está organizada por el Instituto de Estudios Ecuménicos “Œcumenicum” del Angelicum y la Asociación Teológica Ortodoxa Internacional (IOTA), en colaboración con el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y con la contribución de 25 instituciones académicas.
Más de 250 participantes (eclesiásticos, miembros de comisiones de diálogo, funcionarios de organismos ecuménicos, académicos) de las principales tradiciones cristianas (católica, ortodoxa, ortodoxa oriental, anglicana, luterana, reformada, bautista). En el centro está la reflexión sobre cómo el Concilio de Nicea puede representar una base común para la unidad cristiana, sobre cómo la sinodalidad y el primado pueden promover la comunión eclesial, y sobre cómo la celebración común de la Pascua puede apoyar la reconciliación entre los cristianos.
Después de la oración ecuménica y del saludo introductorio del rector de la universidad, Thomas Joseph White O.P., intervinieron el presidente de la IOTA, Paul L. Gavrilyuk, profesor de Teología y Filosofía en la Universidad de St. Thomas, en Minnesota (EE.UU.); la dominica Hyacinthe Destivelle, directora del Instituto de Estudios Ecuménicos de la Universidad Pontificia; El cardenal Kurt Koch, el metropolitano Job de Pisidia (Ihor Getcha), del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla y el arzobispo anglicano Rowan Williams.
La comunión con las Iglesias ortodoxas estaba entre los deseos prioritarios del Papa Francisco, recuerda el Purpurado. Para Bergoglio, el ecumenismo es una cuestión de fe y la unidad de la Iglesia debe ser reconquistada a través del compromiso ecuménico que nunca puede ser otra cosa que la unidad en la fe apostólica. En el Concilio de Nicea, los Padres Conciliares (se cree que fueron 318 de los aproximadamente 1.800 obispos de la Iglesia primitiva invitados) profesaron su fe en Jesucristo como el Hijo de una misma sustancia con el Padre y rechazaron así el concepto de un monoteísmo filosófico rígido promovido por Arrio.
El Credo de Nicea representa así una etapa importante, aunque todavía no completa, en el camino hacia el Gran Credo de Constantinopla. Aceptado unánimemente por el cristianismo ortodoxo, católico y protestante, el Credo de Nicea y Constantinopla representa por tanto el vínculo ecuménico más fuerte de la fe cristiana. “Es por tanto deseable – observa el cardenal Koch – que el 1700 aniversario del Concilio de Nicea sea celebrado por toda la cristiandad con espíritu ecuménico y que su Credo cristológico sea renovado en la unidad ecuménica”.
Hoy nos encontramos de nuevo en una situación parecida a la del siglo IV, en la medida en que hay un fuerte resurgimiento de tendencias arrianas, admite aún el cardenal cuando constata que muchos cristianos se sienten atraídos por la figura histórica de Jesús de Nazaret, pero encuentran muy difícil profesar la fe de que Jesús es el Hijo unigénito del Padre celestial. La cuestión es que “no se puede lograr una mayor aceptación de la fe cristiana en el diálogo interreligioso excluyendo o incluso rechazando su esencia, es decir, la creencia en la Trinidad”. Si Jesús fuera sólo un hombre que vivió hace dos mil años, entonces habría desaparecido irremediablemente. Por el contrario, continúa Koch, quien entra en contacto con el hombre Jesús entra en contacto con el mismo Dios vivo; además, refiriéndose a la Encarnación, se dice que Jesucristo es «perfecto en Divinidad y perfecto en humanidad» y que en él existen las dos naturalezas «no mezcladas, no modificadas, no divididas y no separadas».
“Revitaliza la confesión de Jesucristo, aprendiendo a verlo de nuevo en toda su grandeza y belleza”, subraya el Prefecto vaticano, “es una tarea urgente de nuestro tiempo, que debe emprenderse en comunión ecuménica”. Y aquí retoma el lema elegido por el Papa León XVI “In illo uno unum” que expresa el significado profundo del ecumenismo cristiano que debe ser comprendido y realizado como ecumenismo de Cristo. Esto es, en esencia, lo que confesaron los Padres del Concilio de Nicea.
El Credo del Concilio de Nicea no es sólo el resultado de una reflexión teológica, precisa además el cardenal Koch, sino la expresión de un esfuerzo de los obispos hacia una formulación ortodoxa y doxológicamente apropiada de la fe cristiana. Desde esta perspectiva, se trató de un acontecimiento plenamente sinodal y como tal debe considerarse también el aniversario que se celebra este año. La sinodalidad, de hecho, está anclada en los diálogos ecuménicos, es fruto de ellos y si quiere constituir una dimensión importante dentro de la Iglesia católica, debe nutrirse precisamente de las experiencias y reflexiones teológicas de otras Iglesias. Esta es también una prioridad para León XIV y así lo declaró en su primer discurso después de su elección. En lo que se refiere al diálogo católico-ortodoxo, afirma Koch, el documento básico sigue siendo "Consecuencias eclesiológicas y canónicas de la naturaleza sacramental de la Iglesia: comunión eclesial, conciliaridad y autoridad", adoptado en la asamblea plenaria de Rávena en 2007, en el que existe la convicción teológica de que la sinodalidad y el primado son mutuamente dependientes, y que esta interdependencia debe realizarse en todos los niveles de la Iglesia: local, regional y universal.
La cuestión pastoral más significativa abordada en los veinte cánones del Concilio de Nicea fue la relativa a la fecha de la Pascua. La asamblea estableció primero que se celebraría el domingo siguiente a la primera luna llena después de fin de año y que la fecha exacta de la Pascua ya no se determinaría según el calendario judío. Con la introducción del calendario gregoriano en el siglo XVI, la Pascua se celebró el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera, una costumbre preservada en las iglesias occidentales, mientras que las de Oriente continuaron celebrándola en gran medida según el calendario juliano. El Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos subraya la necesidad de renovar los esfuerzos para determinar una fecha común para la Pascua en un espíritu de comunión ecuménica: “El principio rector debe ser el de no provocar nuevas tensiones o divisiones dentro de la comunidad ecuménica”. De este modo surgiría un testimonio “más creíble” al considerar la Pascua no sólo la celebración más antigua, sino también la central del cristianismo.
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