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El papa se reúne con los participantes del 188.º Capítulo General de la Orden de San Agustín
(Vatican News).- Estar cerca de las personas en su vida cotidiana, cultivar el diálogo, especialmente entre generaciones, y potenciar la presencia de la mujer en la Iglesia: estas son las instrucciones que León XIV impartió a sus hermanos y monjas agustinos que siguen la regla del obispo de Hipona, respondiendo a sus preguntas ayer, 15 de septiembre, en el Pontificio Instituto Patrístico Augustinianum, adonde se trasladó para reunirse con los participantes del 188.º Capítulo General de la Orden de San Agustín. Entre ellos, se encontraban varios laicos, con quienes los religiosos y las religiosas intercambiaron ideas en dos sesiones de trabajo sobre cómo colaborar y fortalecer la formación en la espiritualidad agustiniana.
A la llegada del Papa, todos le cantaron feliz cumpleaños, según el sitio web de la Orden de San Agustín. El Prior General, Padre Joseph Farrell, le dio la bienvenida, expresando su alegría por tener un fraile agustino al servicio de la Iglesia universal y agradeciéndole que presidiera la Misa de apertura del Capítulo. A continuación, resumió los temas centrales de la labor del Capítulo. León XIV intervino inmediatamente después, y al final de su discurso, los frailes y monjas le plantearon una serie de preguntas sobre el futuro de la Iglesia, el papel de la vida contemplativa y cómo responder, desde la perspectiva de la espiritualidad agustiniana, al sufrimiento del mundo. Un resumen de la conversación está disponible en el sitio web de la Orden de San Agustín.
Respecto a las respuestas que se ofrecen al mundo actual, León XIV explicó que la vida es una sucesión de momentos de alegría, sufrimiento y dificultad, y que los diferentes estados de ánimo a veces llevan a muchas personas a perder el sentido de propósito o a profundas crisis de fe. Como agustinos, la respuesta reside en nuestra cercanía a las personas, en reír o llorar con ellas, afirmó el Papa, recordando que san Agustín no escribe una teología teórica, sino una teología encarnada, y habla de cómo descubrir la presencia de Dios en nuestra humanidad. Y una vez más, el Pontífice volvió al corazón de lo auténticamente agustiniano: la vida comunitaria, invitándolos a una verdadera comunión de vida, a celebrar y llorar juntos, a saber dar testimonio, incluso con nuestra vida, junto a nuestros hermanos y hermanas, de la muerte y la resurrección de Jesús.
A los religiosos de las circunscripciones africanas que le preguntaron qué esperaba de ellos, el Papa León XIV enfatizó que la vitalidad de la Iglesia africana es un activo para la Orden y destacó la importancia del diálogo entre jóvenes y mayores. Para apoyar a aquellos territorios que experimentan un declive y una escasez de vocaciones, el Pontífice aconsejó a sus hermanos que hicieran fructífera su presencia, así como su entusiasmo y la juventud de sus vocaciones. En la Iglesia y en la Orden, es necesario escucharse mejor unos a otros; jóvenes y mayores, raíces y tradición, para ver qué puede aportar y dar testimonio cada uno, especificó. Asimismo, a los jóvenes religiosos agustinos que han asumido puestos de responsabilidad y liderazgo dentro de la Orden, el Papa recomendó la oración, el apoyo a sus hermanos y la apertura mental como guías para perseverar en el hermoso y complejo camino de la fe, combinando humildad, tenacidad, pasión y liderazgo para afrontar los momentos difíciles.
"Diálogo, escucha y presencia fructífera"
Finalmente, tres monjas compartieron la delicada, hermosa y vital labor que las monjas realizan discretamente en las cinco federaciones agustinas del mundo. El Papa aprovechó la oportunidad para enfatizar que la vida contemplativa es un tesoro de gran valor para la Orden y la Iglesia, quizás no suficientemente considerado ni promovido a lo largo de la historia. El Papa destacó la gran riqueza de la Orden a través de su presencia y sus diversos carismas, y que la Iglesia no puede vivir exclusivamente del clero, de los hombres. La presencia de la mujer es de gran importancia en muchos ámbitos, concluyó León XIV, no solo en la vida contemplativa y consagrada.
"La Iglesia no puede vivir exclusivamente del clero, de los hombres"
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