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Santa Sede: "Continúa sin resolverse el predominio de la violencia contra las mujeres y las niñas"
(Vatican News).- «Que los Estados cumplan sus compromisos para garantizar la igualdad de las mujeres y el respeto de su dignidad otorgada por Dios». Este es el deseo de la Santa Sede expresado por el arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales de la Santa Sede, quien intervino el lunes 22 de septiembre en la ONU en Nueva York con motivo de la reunión de alto nivel por el 30º aniversario de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekín en septiembre de 1995.
A pesar de los significativos avances logrados en «cuestiones importantes y urgentes relativas a la dignidad de las mujeres y al pleno goce de sus derechos humanos fundamentales», hoy en día —afirma el prelado— «siguen sin resolverse algunas cuestiones de la Declaración y en la Plataforma de Acción de Pekín, entre ellas una tasa de pobreza extrema más elevada, obstáculos al acceso o incluso la exclusión de las mujeres de una educación de calidad y salarios más bajos en el mundo laboral». Todas estas condiciones, explica el arzobispo, impiden «el pleno logro de la dignidad igualitaria de las mujeres y su capacidad para desarrollar su potencial en todos los ámbitos de la vida».
La Santa Sede también ha expresado su profunda preocupación por el predominio de «la violencia contra las mujeres y las niñas», una afrenta a su dignidad y una grave injusticia, ya sea en casa, en los conflictos o durante la trata. Un abuso exacerbado también por la tecnología. Pero la violencia, continúa el secretario para las Relaciones con los Estados, afecta «también a las prácticas de selección prenatal del sexo y al infanticidio femenino». Estos actos, «condenados en la Declaración y la Plataforma de Acción de Pekín, siguen causando —continúa monseñor Gallagher— la muerte de millones de niñas desaparecidas cada año. Cualquier forma de violencia contra las mujeres y las niñas es inaceptable y debe combatirse».
Además de la violencia física, las mujeres siguen siendo víctimas de la «desigualdad en la asistencia sanitaria». La disminución comprobada de las tasas de mortalidad materna no se corresponde con avances significativos en ese ámbito. «Debe aumentarse el acceso a la asistencia prenatal y al personal sanitario cualificado, así como a los sistemas y las infraestructuras sanitarias —precisa Gallagher— mientras que deben rechazarse soluciones falsas como el aborto. La protección del derecho a la vida es esencial, ya que es la base de todos los demás derechos fundamentales».
En conclusión, al reconocer que las principales cuestiones que surgieron en Pekín en favor de las mujeres han sido descuidadas, monseñor Gallagher expresa su esperanza de que la comunidad internacional no se centre en cuestiones divisivas «que no son necesariamente ventajosas para las mujeres».
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