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El acto de entrega ha tenido más de 430.000 visualizaciones en Instragram
Fue un acontecimiento extraordinario, pero para nada una simple “ocurrencia”. El acto estaba muy meditado y partía del convencimiento íntimo de que su vocación era inequívoca hacia el sacerdocio. La realidad -también inequívoca- les decía que era una locura. Y producía algún temor por si podía haber alguna represalia. Al fin y al cabo eran unas jóvenes estudiantes en la prestigiosa facultad de Teología de la Universidad Friburgo y, aunque contaban con el “respeto” de las autoridades académicas, otra cosa era a nivel diocesano.
Por fin, el acto tuvo lugar el pasado 21 de mayo. Nueve estudiantes y graduadas de teología dieron un paso concreto, no teórico, sobre la apertura de la Iglesia católica al sacerdocio femenino y presentaron las correspondientes solicitudes oficiales, a pesar de estar excluidas según el Derecho Canónico y la -de nuevo inequívoca- reiterada negativa pontificia.
“Tengo el deseo íntimo de ser sacerdotisa”, reconoce en conversación con Katholisch una de las jóvenes teólogas que pidió acceder al Seminario, Stephanie Gans, de 27 años. La suya, como la de tantos otros jóvenes varones, fue una constatación natural, que se fue decantando con el paso de los años, tras sus tareas como monaguilla o catequista. Hasta que chocó con la barrera que, por ser mujer, la imposibilita, y “me di cuenta de cuánto discrimina y excluye la Iglesia a las personas”.
En sus tareas en la parroquia había acompañado a muchas personas en distintos momentos vitales, preparando a familias para el bautismo de un nuevo miembro, consolando en el dolor o trabajando con parejas de cara al matrimonio. Pero, luego, ese acompañamiento se truncaba. Se dio de bruces con el “ahora necesitamos un hombre que administre los sacramentos”.
Podía haber desistido de su empeño, hacer oídos sordos a esa voz interior que otros llaman vocación sacerdotal y caminan hacia ella sin ningún impedimento. Por eso, junto a otras ocho compañeras -que forman parte de la campaña #meinGottdiskriminiertnicht (Mi Dios ni discrimina)-, metió la solicitud de ingreso al Seminario en su sobre marrón y fueron a entregarla.
La iniciativa, que surgió a finales de 2024, invitó a estudiantes y graduadas de la Facultad de Teología de Friburgo a escribir una carta personal de motivación para ingresar al seminario. Se recopilaron las solicitudes y se presentaron a la entrada del Collegium Borromaeum.
“Nuestro objetivo es visibilizar el criterio de exclusión específico de género para el sacerdocio mediante solicitudes de candidatos no varones”, señalan las organizadoras en un comunicado.
“En Friburgo, hay personas competentes y concienciadas que estarían listas para el servicio sacerdotal, pero que, sin embargo, no tienen ninguna oportunidad por no ser hombres”, subrayan.
Más de 430.000 personas vieron el vídeo de la solicitud las jóvenes en Instagram. Recibieron algunas críticas, pero sobre todo, mensajes de ánimo tras aquel acto que consideran mucho más que algo “simbólico”. "Se trata de caminos de vida, vocaciones y destinos reales. El debate sobre la apertura de los seminarios ha estado dando vueltas durante años; necesitamos señales concretas de cambio".
En sus cartas, los solicitantes revelaron sus motivaciones. Así, por ejemplo, la joven Felicitas H. describe así parte de las suyas: “Estoy convencida de que sería beneficiosa para la arquidiócesis como sacerdotisa. Soy sensible a la discriminación, el impacto y la opresión de las teologías clásicas y puedo ofrecer a los creyentes una alternativa”.
“Esta solicitud no es sólo una expresión de mi fe y de mi compromiso con la Iglesia, sino también un acto simbólico que señala la necesidad de promover la igualdad de género en todos los ámbitos de la Iglesia”, escribió por su parte una de las jóvenes, que prefirió mantener el anonimato.
Aunque, más allá de haber mantenido encuentros con responsables de la diócesis para establecer un diálogo con respecto a su iniciativa, tendrán que seguir ejercitando la paciencia.
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