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Monseñor Citora Afonso: "Sabernos en el corazón del Papa nos ha llenado de alegría"
(Vatican News).- Ese llamado a la paz en Cabo Delgado, en Mozambique, pronunciado por León XIV después del Ángelus de ayer, fue como un bálsamo refrescante derramado sobre las heridas aún abiertas de un pueblo que, desde hace casi diez años, se ve obligado a enfrentarse a episodios de violencia cada vez más despiadados y frecuentes.
«Los invito —dijo el Pontífice dirigiéndose al mundo entero— a rezar por ellos y expreso la esperanza de que los esfuerzos de los responsables del país logren restablecer la seguridad y la paz en ese territorio».
«Las palabras del Papa nos han hecho sentir amados por toda la Iglesia universal. Saber que en su corazón está nuestra dramática situación ha llenado de alegría a toda la nación».
Así lo expresó monseñor Osório Citora Afonso, obispo electo de Quelimane y secretario general de la Conferencia Episcopal mozambiqueña, al responder por teléfono a las preguntas de los medios vaticanos, mientras se preparaba para partir hacia su nueva diócesis, de la que tomará posesión el próximo 31 de agosto.
En la voz del nuevo pastor de la segunda provincia más poblada de la nación del África oriental se perciben claramente la tensión, el temor y el desconcierto ante los recientes ataques de bandas armadas que han devastado no solo Cabo Delgado, sino también otros numerosos distritos: «Por ejemplo, han sido atacados los de Macomia, Chiúre y Muidumbe. Los resultados son siempre los mismos: muertos y heridos. Pero también muchos desplazados: después de los últimos episodios de violencia, se calcula que al menos 8 000 personas se han visto obligadas a huir».
"En la voz del nuevo pastor se perciben claramente la tensión, el temor y el desconcierto ante los recientes ataques de bandas armadas que han devastado no solo Cabo Delgado"
Los esfuerzos por parte del gobierno para ayudarlos no faltan. Pero también la Iglesia local está en primera línea: justamente en Cabo Delgado, por ejemplo, los jesuitas han tomado una decisión radical, enviando un equipo de misioneros con la tarea de apoyarlos tanto material como psicológicamente. Una acción de cercanía que, explica el obispo electo de Quelimane, «se concretó también con una misión entre los desplazados que nuestra Conferencia Episcopal realizó hace poco. Cuatro obispos, en representación de todas las provincias eclesiásticas, fueron a escuchar y a hacerse cargo de sus dolores y sufrimientos. Compartieron con los sacerdotes que están allí cada preocupación y cada anhelo de esperanza. Pero también pusimos en marcha acciones de solidaridad concretas, como la recolección, cada domingo, de bienes de primera necesidad destinados a quienes realmente sufren hambre y sed».
En la provincia de Nampula, a más de 700 km al sur de Cabo Delgado, monseñor Citora ha visto con sus propios ojos a familias pobres acoger a otras familias pobres que habían dejado atrás todo lo que poseían solo para salvar la vida: «Este es el signo del verdadero amor, de la verdadera cercanía». En una entrevista a Vatican News, también monseñor António Juliasse Ferreira Sandramo, obispo de la diócesis de Pemba —que comprende toda la provincia de Cabo Delgado— ha vuelto a subrayar que estas violencias sin sentido «siguen provocando la destrucción de vidas humanas, de numerosas infraestructuras, y están generando una inseguridad generalizada». Por eso, él también agradeció desde lo más profundo de su corazón a León XIV:
"El Papa, con su llamado, ha hecho entender al mundo que no existen guerras dignas de ser olvidadas, porque cada conflicto hiere la vida y ofende la dignidad de la persona humana"
Recientemente, una delegación de la Conferencia Episcopal fue recibida por el presidente de la República, Daniel Chapo, quien quiso conocer las demandas y propuestas de la Iglesia local:«Yo también —recuerda monseñor Citora— formaba parte de esa delegación. Con el presidente hablamos de la urgencia de poner fin a la violenta insurrección que desangra al país. ¿Cuáles son las salidas? Ante todo, el diálogo sincero con quienes están llevando adelante la guerra, y luego también el diálogo dentro de la sociedad civil, necesario para aislar a los grupos criminales. Pero no solo eso. También se deben crear condiciones de vida dignas para los jóvenes, porque son ellos quienes están siendo utilizados por quienes quieren matar para apoderarse de los recursos económicos del subsuelo, como los ricos yacimientos de gas».
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