A. Segal y S. Lebens (eds.), 'The Philosophy of Worship. Divine and Human Aspects'
Lo divino y lo humano en el culto
Una mirada particular: la del catolicismo latinoamericano
(Vatican News).- Medio siglo de vida en el Vaticano contado desde una “mirada particular”: la del catolicismo latinoamericano. Ese es el eje del libro El Testigo. Medio siglo de un laico en las habitaciones vaticanas (Edizioni Cantagalli), donde Guzmán Carriquiry Lecour —nacido en Montevideo en 1944 y hasta marzo pasado embajador de Uruguay ante la Santa Sede— reconstruye su trayectoria junto a cinco Pontífices, desde san Pablo VI hasta Francisco, entre 1971 y 2019.
El texto fue presentado este miércoles 24 de septiembre en la Universidad Lumsa de Roma, en un acto introducido por el rector Francesco Bonini y moderado por Andrea Tornielli, director editorial del Dicasterio para la Comunicación. Intervinieron, entre otros, el cardenal Marc Ouellet, Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, y monseñor Mariano Fazio, vicario auxiliar del Opus Dei.
“Quienes nos formamos con Pablo VI sabemos lo que significa ser testigos: el maestro mismo lo es”, señaló Bonini al abrir la sesión. Tornielli resaltó que en el libro se respiran “casi cincuenta años de vida vaticana”, con un testimonio auténtico nacido de la experiencia latinoamericana de Carriquiry, que a lo largo de las décadas trató con numerosos hombres de Curia y también con futuros Papas, como los cardenales Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio.
El cardenal Ouellet recordó los años de trabajo conjunto en la Pontificia Comisión para América Latina, de la que Carriquiry fue secretario desde 2011. Detrás de las memorias, dijo, aparecen también convicciones personales y el retrato de una familia “bendecida y unida”, agradecida por la acogida recibida en Italia.
"El Testigo es también una provocación. La palabra libre de un laico que reza, piensa y comparte su pasión por Cristo y por la Iglesia, así como su visión de reforma"
Según Ouellet, Carriquiry miró la realidad curial con una combinación de “análisis geopolítico y sueños proféticos capaces de entusiasmar”. El libro, añadió, ofrece una visión “benévola, aunque a veces crítica” de las últimas décadas de la Curia romana, poniendo en común los grandes temas de los últimos pontificados. Entre ellos, el todavía difícil equilibrio entre la dimensión jerárquica y la dimensión carismática de la Iglesia.
“El Testigo es también una provocación”, concluyó Ouellet: “la palabra libre de un laico que reza, piensa y comparte su pasión por Cristo y por la Iglesia, así como su visión de reforma”. Tan libre que —según cuenta Tornielli— llegó a sugerir que se reescribiera el discurso que Benedicto XVI iba a pronunciar en Brasil en 2007, durante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.
Andrea Riccardi, dirigiéndose directamente a Carriquiry, le dijo: “Has tenido mucho coraje”. Aplaudió su capacidad de integrarse en la sociedad italiana y su disposición a contar “sus mundos”. El libro, dijo, nunca parece “censurado”, porque no esquiva observaciones ni críticas.
Carriquiry nunca abandonó la convicción de que era posible construir “un mundo mejor, una Iglesia más transparente”. Una convicción que persiguió con paciencia, pero también con impaciencia. Fue cercano a Juan Pablo II —aunque el nombre de su hijo Juan Pablo no fue un homenaje al Papa polaco, como se pensó— y tuvo una relación estrecha y cotidiana con Francisco. Riccardi lo llamó “el primer bergogliano en Roma”, alguien que supo comprender y transmitir la idea de Bergoglio sobre “la Iglesia de los pobres”.
“Necesitamos laicos que sepan estar en el mundo. Y leyendo este libro, quiero dar testimonio de ello en Guzmán”, concluyó Riccardi.
Monseñor Mariano Fazio comparó el libro con la Divina Comedia: así como Dante se inspira en Beatriz, en estas páginas aparece constantemente la figura de Lídice, esposa de Carriquiry. Y así como Dante expresa juicios severos sobre algunos Papas, también el autor, aunque fiel, no ahorra críticas cuando las considera necesarias.
“Guzmán nunca fue un yes man”, afirmó Fazio. “Siempre habló con franqueza y transparencia. Y eso dio fruto: no por casualidad, el discurso de Benedicto XVI que ayudó a pulir fue interrumpido 17 veces por los aplausos”.
El vicario del Opus Dei destacó además la preocupación de Carriquiry por la “vida espiritual” de los miembros de la Curia y por cultivar su dimensión humana. Y con humor añadió: “Si alguna vez los invitan a su casa, lleven siempre algo: no todos lo hacían, ni siquiera Ratzinger y Bergoglio”.
Finalmente tomó la palabra Guzmán Carriquiry, agradeciendo la participación. “Se han dicho muchas palabras generosas sobre el libro y, en exceso, sobre mi persona”, bromeó, señalando que preferiría recibir críticas constructivas que generen reflexión y acción.
Recordó una carta recibida del cardenal Pietro Parolin y explicó que “el servicio al Papa se enriquece con juicios, preguntas y dudas, porque así se progresa de verdad”.
“No es una obra de autocomplacencia”, insistió. E imaginó con una sonrisa a Francisco diciéndole: “Cuidado, doctor, con la mundanidad espiritual”. Citó a san Pablo: “He combatido la buena batalla”, recordando que en la Curia abunda la gracia de Dios, pero también el pecado de creerse “constructores de la Iglesia”, cuando solo Dios lo es.
El manuscrito del libro no alcanzó a Francisco, contó, pero sí hubo con él comidas y conversaciones “llenas de afecto, incluso cuando debía soportar mis críticas. Tenía una gran virtud: siempre fue fiel a sus amigos”.
El volumen, en cualquier caso, ya está en manos del Papa León XIV.
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