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(Agencia FLAMA).- Todos los caminos llevan a Roma para miles de jóvenes residentes en diócesis catalanas y que, desde el interior de un autocar en marcha, haciendo una parada para estirar las piernas en el trayecto o desde algunos de los rincones de la capital italiana —habiendo llegado ya a la Ciudad Eterna desde hace uno, dos o tres días—, explicaban, este miércoles por la tarde, cómo el termómetro de su fe empieza a subir por instantes.
Y no por las altas temperaturas que predominan esta semana en Italia, sino por ver cómo se acerca un fin de semana jubilar que se prevé intenso junto a León XIV y, con él, “la opción de deshacernos de las dudas que muchos de nosotros tenemos”, como apuntaba Abel Gallart, de 18 años, que combatía el calor con un helado con más jóvenes de la diócesis de Solsona en el barrio del Trastévere, entre actividad y actividad.
El caso es que las preguntas internas también han llegado a Italia. Y una de ellas es, como reconocía el seminarista tarraconense Lucas Alves, de 28 años y en Roma después de pasar por Turín, la de “cómo nos podemos impregnar de una vocación que surja desde el amor, la más importante de todas”. “Respondiéndola, muchos jóvenes se darán cuenta que pueden cambiar cosas vitalmente”, continuaba, “al margen de cómo se concrete el amor”.
En este “camino hacia la felicidad” que emprenden hasta el próximo domingo jóvenes como Maria Gil, de 18 años, procedente de Sant Just Desvern y quien ha aprendido a vivir la fe “de manera diferente”, también hay testigos como el de la barcelonesa Clàudia Chueca, de 29 años. Después de participar en dos Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), esta joven adscrita a la parroquia de la Bonanova decía que “después de vivir un encuentro como este, continuaremos la llamada y serviremos a los demás, en grupos o en carismas concretos”.
“Renovado espiritualmente” es cómo se sentía Gonzalo Martos, santjustense de 16 años que salía de Turín hacia Roma este miércoles por la noche, con los cerca de 80 jóvenes de la diócesis de Sant Feliu de Llobregat que se han sumado al Jubileo para disfrutar de esta vivencia de fe. “Yo todavía lo haré más intensamente cuando nos agrupemos en Roma medio millón de jóvenes que manifestamos lo mismo”, admitía el leridano Pau Manzano, de 19 años, después de pisar, con su grupo diocesano, San Gimignano, Florencia y Siena. Y mucho más profunda ya es la experiencia para Leonel Swistoniuk.
Acompañando a los jóvenes de la diócesis de Urgell, el argentino, de 38 años, es ingeniero civil desde hace 15 años, pero hace uno que, al viajar a España por motivos laborales, “los planes de Dios fueron más fuertes, por lo cual ingresé al seminario”, sostenía. Este fue un llamamiento que “puede llegar en cualquier lugar o momento”, como añadía el rector de Cervera y delegado de juventud del obispado de Solsona, Abel Trulls, “y, por eso, los curas tenemos que estar junto a quienes lo siente para ayudarlo a andar; también desde Roma”.
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