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(Vatican News).- La Oficina Internacional de la Educación Católica (OIEC) trabaja en una propuesta global de acompañamiento ético de la inteligencia artificial (IA) en las escuelas católicas. En entrevista con Vatican News, el Secretario General de la OIEC, Hervé Lecomte, explicó el proyecto 'Educación Católica 5.0', que busca ofrecer a docentes, directivos y congregaciones una metodología práctica para afrontar los desafíos del mundo digital sin perder de vista la centralidad de la persona.
Hervé afirmó que en sus encuentros en el Dicasterio de Cultura y Educación y con representantes eclesiales se ha subrayado tres prioridades: el vínculo entre ser humano y digital, la paz y el desarrollo interior. En este marco, la IA es vista como un instrumento útil, pero no sustitutivo del educador. Lejos de generar temor, se busca ofrecer herramientas prácticas para ganar tiempo, mejorar el acompañamiento a los jóvenes y proponer una metodología experimental adaptable a distintas realidades educativas.
Con 210.000 escuelas y 68 millones de estudiantes bajo su responsabilidad, la OIEC apuesta por un modelo colaborativo y experimental, abierto a alianzas con actores EdTech, pero siempre desde una perspectiva ética. El objetivo es claro: no delegar sin conciencia en la IA, sino aprovechar su potencial para liberar tiempo y energía que puedan reinvertirse en lo esencial: el acompañamiento humano, la formación en valores y la construcción de una cultura de fraternidad.
La propuesta se alinea con la actualización del Pacto Educativo Global y con la celebración del próximo Jubileo. En diálogo con el dicasterio de Cultura y Educación, se plantearon tres ejes centrales: el ser humano y lo digital, la paz y el desarrollo interior. La IA, afirmaron, debe integrarse bajo la premisa de que la persona siempre está en el centro.
Lecomte señaló que es necesario establecer marcos claros —una especie de “pizarra” de lo permitido y lo no permitido—, tomando como referencia tanto los documentos de la Iglesia como de la UNESCO. También se habló de alianzas con empresas EdTech y de una red de seis regiones (América, Europa, África, Asia, MENA y congregaciones), con un consejo de 24 representantes para coordinar proyectos, proteger a los menores y compartir experiencias exitosas.
La filósofa Gabrielle Halpern aportó una mirada crítica: la IA funciona como un espejo de nuestras carencias humanas. En una experiencia con niños de primaria en Francia, se observó que los estudiantes preferían interactuar con la IA porque “no se burlaba de ellos”, lo cual evidencia la urgencia de recuperar valores como la fraternidad y la empatía.
Además, destacó la necesidad de devolver sentido al saber a través de prácticas pedagógicas que fomenten la curiosidad y la fiabilidad, virtudes consideradas esenciales para reconstruir la confianza en la educación y en la sociedad. Experiencias históricas y contemporáneas, como el método de despertar el deseo de aprender en los niños, sirvieron de inspiración para proponer nuevas formas de evaluación y de integración del aprendizaje. Pensando en redescubrir el sentido del saber, explicó Halpern tres claves:
-Curiosidad, entendida como el deseo de aprender del otro y motor de todo conocimiento.
-Fiabilidad, la capacidad de cumplir la palabra y generar confianza en un mundo lleno de incertidumbre y fake news.
-Hibridación, concepto que invita a tender puentes entre escuela, museos, hospitales, empresas y comunidades, para que la educación no quede encerrada en sí misma.
Ejemplos pedagógicos, como el del profesor de música Piotr Stobiarski en el siglo XIX —que despertaba el deseo de aprender prohibiendo momentáneamente el uso de un violín—, ilustraron cómo se puede cultivar la curiosidad incluso en contextos adversos.
Por último se expresó la necesidad de experimentar esta metodología en escuelas piloto a partir del próximo año. Por medio de ensayos pedagógicos que integren IA sin perder el protagonismo humano; reformar los sistemas de evaluación para valorar la curiosidad y la fiabilidad junto al rendimiento académico; establecer criterios claros sobre qué tareas pueden delegarse a la IA y cuáles deben seguir siendo exclusivamente humanas y fomentar el “derecho a la lentitud”, redirigiendo el tiempo ganado gracias a la IA hacia actividades con valor humano y pedagógico.
Más que una amenaza, la IA fue presentada como una oportunidad para recuperar el “sabor” de la educación. Puede ayudar a ganar tiempo y eficiencia, pero sobre todo invita a reencontrar lo esencial: la persona, la comunidad, los valores y el sentido del saber.
En palabras de uno de los ponentes, el desafío no es tecnológico sino humano: “Lo importante es decidir conscientemente qué delegamos a la IA y qué guardamos como esencial para la vida y la educación”.
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