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"Que el aniversario sea un punto de encuentro, unidad y esperanza renovada"
El obispo de Barbastro-Monzón, Mons. Ángel Javier Pérez Pueyo, ha presidido la eucaristía en la fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles en Torreciudad. Don Ángel ha saludado a los fieles provenientes de diversas localidades del Alto Aragón, como Secastilla, El Grado, Naval y Barbastro, entre otros pueblos de la Ribagorza, el Sobrarbe y el Somontano. También extendió su saludo al párroco, don José Mairal, a los sacerdotes de la Prelatura que atienden el templo y a los miembros del Opus Dei presentes.
En su homilía, Mons. Pérez Pueyo ha destacado la devoción a la Virgen de Torreciudad, que ha acompañado la fe de la gente humilde de la región durante más de mil años. «Desde su pequeña ermita junto al río, generación tras generación ha acudido a Ella para pedir su intercesión, para confiarle sus penas y alegrías, para sentirla cerca, poderla tocar, mirarla a los ojos, como quien busca en el rostro de una madre el consuelo que solo ella sabe ofrecer», ha afirmado.
En este sentido, ha recordado que, tradicionalmente, este día se celebraba con una romería, una comida campestre y el rezo del rosario. El obispo comparó la pequeña ermita de la Virgen con la gruta de Belén, señalando que la historia de la salvación comenzó en un lugar humilde.
El obispo ha aludido a la valentía de los habitantes de Barbastro que, en tiempos de guerra, protegieron la imagen de la Virgen. Asimismo, compartió el testimonio de un vecino de la Ribagorza sobre cómo un tío abuelo, sacerdote mártir, escondió la imagen para preservarla de cualquier daño. Estos «actos heroicos», ha subrayado, «no nacen de la improvisación, sino de siglos de amor transmitido y custodiado con fidelidad».
Finalmente, don Ángel ha hecho referencia al 50 aniversario del fallecimiento de San Josemaría y de la inauguración del templo que él mismo mandó construir. Ha expresado su gratitud por todo lo que se ha edificado, no solo en ladrillos, sino también en oración, acogida, reconciliación y conversión.
«Torreciudad, con su ermita-santuario, casa milenaria de nuestra Madre, y su templo, signo imponente de la devoción de San Josemaría, deben ser foco de luz que ilumine en la comunión eclesial, la colaboración, la coordinación, la sinodalidad, la corresponsabilidad… que nacen del Evangelio: poniendo todos nuestros dones, carismas y esfuerzos al servicio de un mismo fin, «que nadie se pierda», que Cristo sea conocido y amado por todos los que peregrinéis hasta aquí», ha resumido. El obispo ha concluido pidiendo la ayuda de la Virgen de Torreciudad en esta misión y esperando que el aniversario sea un punto de encuentro, unidad y esperanza renovada.
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