Puntos para meditar la sinodalidad
Dios siempre es "re-"
En todo caso palmetazos😄...
Definitivamente, ser “jefe” es una 💩, y memos mal que está el emoticono, porque si no, seguro que el algoritmo censuraría la lisura. Viendo el balance de ventajas e inconvenientes, le dan a uno ganas de salir corriendo; me anima pensar que se trata algo temporal y terminará (digo yo).
La autoridad es un servicio esforzado; la responsabilidad, una pesada carga. Pero ¿realmente los demás lo ven así? A veces lo dudo. En tal caso tendría que llegarte algún feed back en clave de “ánimo, adelante, no te vengas abajo, estamos contigo, etc.”. Pero ni modo.
La dura realidad es que trabajas muchísimo más de lo que deberías, te ves metido en fregaos que no te corresponden y como premio te llevas bastantes bofetadas perdidas y buenas raciones de críticas, algunas de lo más crueles. Es una desproporción tan injusta que me da rabia. Mi amiga Luisa, que vive en una situación paralela, dice que nadie nos da palmaditas en la espalda, en todo caso palmetazos😄…
“Mandar” quema muchísimo, te aísla de la gente y te convierte en el culpable de casi todo. Me llegan comentarios sobre mí que son absolutamente falsos, y no entiendo cómo alguien puede propagarlos. Chismes que te convierten en una espacie de déspota que disfruta fastidiando de manera dictatorial y arbitraria a quienes supuestamente te caen mal.
Pero por favooorr -dice Luisa- no caigamos en la autocompasión y el victimismo. Cuando estamos enfadados, “hay que dejar que las sensaciones y sentimientos se asienten, y solo después se puede comenzar a procesar. Esto nos moldea y se recoloca el centro de gravedad, que no está en nosotros mismos; solo somos cauces para que el río pase, no somos el río”.
Es cierto que “no tenemos el dominio sobre los corazones y mentes de los demás, aunque estén llenos de maldad”; yo más bien creo que se trata de prejuicios unidos siempre al desconocimiento. ¿Cómo se puede deducir que el tono de unos mensajes totalmente neutros es “agresivo”? Solo si el que los lee está ya cargado y los interpreta desde esa imagen deformada que tiene de ti.
¿Y por qué esto? ¿Es por resistencia o temor al cambio, a lo desconocido, a la pérdida de poder o control, como si uno fuera una amenaza? Tal vez; “nadie se rebota si no es porque percibe una amenaza”, dice Luisa. Miedo a que le muevas su pequeño reino, a que le cuestiones, a que le saques de la zona de confort, a que le cantes las verdades del barquero. Por eso tienes que pedir perdón casi a diario, a eso me dedico.
¿Qué hacer? Más bien, la cuestión es cómo hacer. ¿Callar, tratar de no intervenir? Ya lo he intentado, pero Henry me dijo: “con tu silencio estás hablando todo el tiempo”. No te libras de ser juzgado. Entonces, ¿escuchar más? Para eso tienen que permitirte acercarte, que al menos te concedan el beneficio de la duda, que estas de su parte, que quieres ayudar.
Tal vez escuchar e interpelar, cuestionar; más que afirmar o dar sugerencias. Con una actitud más heurística, en la perspectiva de descubrir juntos, encontrar posibles inconsistencias y aciertos, apuntar al objetivo, plantear preguntas constructivas y correctas. No lo sé. Tengo que profundizarlo más.
Por el momento, no aspiro a que me aplaudan todo el rato, solo a que no me machaquen, aunque ya me han advertido que es mucho pedir. Sí tengo claro, como mi hermana Berta, que es capital elegir buenas personas para trabajar codo con codo: “hace que los sin sabores de la gestión sean más llevaderos; la responsabilidad compartida y bien dirigida es la clave para que los equipos crezcan, avancen y logren metas”, dijo en su discurso de toma de posesión como decana.
Y no perder de vista que hay en el mundo gente que me quiere, me valora y cree en mí. No vaya uno a tragarse el papel de villano que otros intentan endosarle. Los palmetazos con abrazos son menos.
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