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Conferencia del secretario pontificio en el Simposio Teológico Internacional
(ADN Celam).- «Devociones eucarísticas y piedad popular», fue el tema de la conferencia expuesta por el mexicano Rodrigo Guerra López, secretario del Pontificio Consejo para América Latina, a los participantes del Simposio Teológico Internacional, que inició este miércoles 3 en la ciudad de Quito – Ecuador y que concluirá el 7 de septiembre.
El también doctor en Filosofía y miembro del Consejo del Centro de Gestión de Conocimiento del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), para desarrollar el tema de su exposición, inició haciendo una breve reflexión sobre qué es la Iglesia y comprender su fundación.
El doctor Guerra dirigió su mirada a cómo la Eucaristía se vive y se celebra en América Latina, reflexión que hizo a partir del documento de Aparecida en 2007 y otros documentos del magisterio, donde se destacan la importancia de la Eucaristía en la vida de los fieles, siendo esta una fuente de espiritualidad y una expresión de la identidad católica en la región.
Explicó que, la Iglesia es una asamblea que está llamada a hacer unidad, sin excluir. Es decir, agregó «celebrar la Eucaristía por supuesto que significa consagrar las especies del pan y del vino, pero también significa que como Iglesia estamos llamados a vivir la más grande unidad en la caridad«. De ahí adicionó, es la razón por la que en ocasiones se presenta un debilitamiento del vínculo entre la Eucaristía y la Iglesia y un desarrollo de la piedad eucarística.
«De esta manera podemos anotar que es verdad que la Eucaristía hace a la Iglesia, pero también que la Iglesia hace a la Eucaristía. Esta circularidad no nos debe perturbar. La unicidad del Cuerpo Eucarístico del Señor implica la unicidad del su Cuerpo místico. Eucaristía e Iglesia son formas de presencia sacramental de Cristo en la historia».
Así también, se refirió al tema de la sinodalidad en la Iglesia, entendida como una «reciprocidad necesaria», es decir, un camino de comunión dinámico en el que no sólo “caminamos juntos”, sino que, “a través de cada uno con la misma dignidad, la Iglesia se manifiesta en un tipo de unidad que trasciende lo meramente jerárquico y privilegia la importancia del sacerdocio común de todos los fieles”.
Más adelante, habló sobre las devociones eucarísticas señalando que “no es excesivo reconocer que en ocasiones las devociones eucarísticas parecen no estar vinculadas a la dimensión comunional de la vida cristiana. Sin embargo, en regiones como América Latina, esto es compensado con otros factores que hacen de estas devociones un auxilio fuerte para la vida cristiana de muchos fieles e incluso, para el descubrimiento de la dimensión comunitaria de la fe.
A esto agregó, que el reto evangelizador y catequético será siempre promover en la piedad eucarística fuera de la misa, una visión que englobe la comunión eucarística y eclesial, en simultáneo.
Después, destacó el tema de la piedad popular, como la práctica de los católicos en las procesiones, adoraciones eucarísticas, entre otras, siendo esto algo esencial en la vivencia de la fe y en la consolidación de comunidades comprometidas con los valores cristianos, que respondan a las necesidades espirituales y sociales de las comunidades, inspirando acciones concretas de fraternidad y caridad.
Igualmente, hizo un análisis de cómo las prácticas devocionales fomentan un sentido profundo de pertenencia y participación entre los fieles, fortaleciendo el tejido social y promoviendo una cultura de encuentro y la solidaridad. A todo esto, concluyó que “devociones eucarísticas y espiritualidad popular son hoy parte del camino que necesitamos redescubrir para apreciar más el significado de la Presencia de Jesucristo en la Eucaristía, en el corazón de una Iglesia sinodal, que se vuelva signo creíble de una fraternidad sin fronteras”.
Antes del cierre y ante la pregunta de uno de los participantes, el especialista se refirió al ausentismo de los niños y jóvenes en los temas de Iglesia, advirtió que una de las causas principales por las que no desean continuar su formación en la fe, luego de haber recibido los sacramentos de la iniciación cristiana, se debe a que los mismos adultos ya no tienen una vida existencialmente atractiva e interesante que convoque a estas nuevas generaciones.«Cuando veo a un joven cansado, triste, apático, antes de reprocharle su amodorramiento, su lejanía con la Iglesia, me debo yo cuestionar qué tipo de vida aburrida le estoy proponiendo que no lo hago vibrar e invitarlo a vivir la gran aventura de seguir a Jesús hasta sus últimas consecuencias, pero esto se hace con diálogo y testimonio«.
La invitación entonces, observó, es para que los niños y jóvenes puedan vivir a plenitud momentos de fe dentro de la Iglesia, acompañados de una experiencia no individual sino comunitaria y misionera, donde él se sienta importante y sienta que lo guían. «Cuando empieza a descubrir que a alguien de veras le importa su vida, allí se sentirá seducido por esa compañía de amigos, aunque no sepan ni las oraciones más elementales de la fe cristiana, pero será a partir de ahí que se empieza a redescubrir que es la Iglesia”.
Para este viernes 6 de septiembre, en el tercer día del Simposio se abordarán los temas: “Fraternidad sin los últimos no es fraternidad”; “Eucaristía y cuidado de la casa común”; “Iglesia Sinodal: Una tienda para todos”; y “Corazón de Jesús y la fuente de la vida”.
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